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¿Quién es la persona interesada?

Teia ya se acerca a los 60 años. A veces se da cuenta de que la vida le está pasando muy rápido. Recuerda mejor las cosas de cuando era jovencita, más que lo de los últimos años, que parecen desvanecerse cada vez más rápidamente. Muy a menudo recuerda a una profesora excelente de matemáticas que tuvo cuando cursaba lo que entonces se llamaba “bachillerato”.

Teia era una estudiante justita, iba avanzando, con bastante esfuerzo y no demasiado entusiasmo. En tercero suspendió las matemáticas, pero la dejaron pasar de curso. En cuarto, tuvo la gran suerte de encontrarse con una profesora de matemáticas de aquellas que dan gusto, que te hacen aprender, que son exigentes y al mismo tiempo comprensivas, que explican muy bien y que te hacen venir ganas de estudiar.

Cuando Teia recuerda sus años de estudiante, siempre recuerda la señora Antón. Con ella, Teia entendió cosas que no había entendido jamás y, al final del curso aprobó el examen de matemáticas con un 7 que, para una estudiante como ella, podría decirse que era una nota brillante. La señora Antón le dijo que, aunque el examen estaba bien, no le podía aprobar la asignatura, ya que todavía tenía pendientes las matemáticas de tercero. Pero que le guardaría la nota para septiembre y que, si entonces tenía el tercero aprobado, le aprobaría el cuarto.

Aquel verano, Teia fue muy feliz y disfrutó mucho de su éxito, del buen tiempo y de los amigos, convencida de que los profesores de tercero y cuarto ya se pondrían de acuerdo y que comenzaría el nuevo curso con todo “limpio”, como se decía antes. ¿¿Menuda sorpresa cuando llegó septiembre y vio que no podía pasar de curso!! Tenía un “no presentado” de las matemáticas de cuarto. Teia, desesperada y desconcertada fue a hablar con la señora Antón que, amablemente, le preguntó:

– ¿Quién era la persona interesada? – Yooo, pero pensaba que los profesores ya se pondrían de acuerdo…- dijo, sollozando y con una vocecilla apagada.

– Los profesores tenemos muchos alumnos y mucho trabajo. Y yo no podía saber si habías decidido dejar de estudiar o qué pasaba. Eres tú quien debía venir a verme, yo ya hice mucho guardándote la nota, ¡era tu responsabilidad venir a buscarla!

A Teia aquello le dio una rabia escalofriante. Durante muchos años la señora Antón fue un personaje sin ningún encanto. Pero cuando lo mira hoy, reconoce que la lección le sirvió de mucho. Teia es una persona responsable que siempre se ha ocupado de sus cosas y, por fin, puede tener un recuerdo pleno de afecto por la señora Antón. ¡Educar también es enseñar a ser responsable!