Últimamente se habla mucho del «trauma» y del «relato». Es natural, vivimos momentos convulsos, donde la violencia está muy presente. Un trauma es un choque emocional, una experiencia negativa y fuerte que deja una marca duradera en el inconsciente. Todo el mundo hemos sufrido situaciones que podrían provocar un trauma: la muerte del padre o de la madre, el abandono, la muerte de un hijo o de la pareja, la separación de los padres, una migración, una enfermedad grave, la pérdida de estabilidad económica, una agresión, sexual o no, etc. Estas impresiones fuertes son un reto, depende de los recursos de gestión emocional que tenga la persona, provocarán un trauma, o no.
Cuando una criatura todavía no puede hablar, tiene pocos recursos para interpretar los desastres vividos, la violencia, las pérdidas. Es muy vulnerable. A medida que puede poner palabras, puede interpretar los hechos o aceptar las interpretaciones de los adultos de su entorno, si los adultos pueden poner palabras a la situación.
A partir de los seis años, en condiciones normales, el cerebro ya está bastante desarrollado para acceder a la representación del tiempo. Los niños de esta edad necesitan relatos para entender la realidad y poder imaginar el lugar que ocuparán en el mundo de los adultos. Los cuentos presentan posibles argumentos. Es la época en que se suele decidir un «guion de vida» (según Eric Berne). Un entorno que ofrece relatos tranquilizadores permite que los desastres de la vida no se conviertan en traumas.
Un relato siempre es una ficción. La ficción (aunque sea de historias «reales») es una manipulación de la realidad, incluso cuando está revestida de la mejor de las intenciones, ya que la realidad puede llegar a ser muy cruel. ¿Has visto la película «La vida es bella»? ¡Qué ejemplo!
Con los años, aprender a construir una ficción enfocada hacia el futuro nos permite atravesar las emociones que podrían quedar atrapadas en el trauma y superarlo.
La escritura autobiográfica permite explicar un hecho traumático de forma que se pueda salir adelante. Podemos mirar desde fuera los hechos que han provocado el choque y crear una imagen coherente. La literatura tiene este poder de convertir el trauma en observable. La muerte de un hijo, por ejemplo, rompe la vida en dos mitades, de manera brutal; Dostoyevski, Faulkner, Malraux, Victor Hugo, Isabel Allende o Carmen Martín Gaite pasaron por esta experiencia y la convirtieron en literatura. Para que escribir sea un factor de resiliencia, tiene que construir un escenario nuevo y amable.
La escritura terapéutica tiene el objetivo de procesar las emociones desencadenadas por hechos dolorosos y superar los traumas.
Relatar los traumas
